~yejokjanan $ _
2024-12-17
En un bosque encantado, vivía un pequeño conejo llamado Nico. Nico era conocido por su generosidad y disposición a ayudar a todos los animales del bosque. Si la ardilla Ana necesitaba nueces, Nico las recogía; si el zorro Lucho tenía un refugio roto, Nico lo reparaba; y si la tortuga Toña necesitaba compañía para cruzar el río, Nico estaba ahí, cargándola en su espalda.
El conejo trabajaba sin descanso, saltando de un lado a otro para atender las necesidades de los demás. Aunque todos lo apreciaban, muchos comenzaron a dar por sentado su ayuda. Un día, mientras ayudaba a la jirafa Lili a decorar su árbol más alto, Nico se resbaló y cayó. No fue una caída grave, pero al levantarse, sintió un dolor en sus patas traseras. Ese dolor no era solo físico; era también el peso de sentirse siempre necesario para los demás, pero nunca cuidado.
Esa noche, mientras descansaba en su madriguera, Nico miró la luna y suspiró. “Me encanta ayudar a mis amigos, pero ya no tengo fuerzas. Nadie se detiene a pensar en cómo me siento o si yo también necesito ayuda.”
Al día siguiente, cuando el castor Bruno le pidió ayuda para construir su dique, Nico respiró profundamente y respondió: —Lo siento, Bruno, pero hoy necesito tiempo para mí. Estoy cansado y quiero descansar.
Bruno lo miró sorprendido, pero luego asintió. A partir de ese momento, Nico comenzó a decir “no” cuando sentía que lo necesitaba. En lugar de ayudar a todos todo el tiempo, se dedicó a cuidar de su propia madriguera, a disfrutar de los rayos del sol y a saltar alegremente por el bosque sin preocupaciones.
Con el tiempo, los demás animales entendieron que Nico no podía hacer todo por ellos. Algunos comenzaron a apoyarse entre sí en lugar de depender siempre de él. Incluso se organizaron para ayudar al conejo cuando necesitaba algo, como traerle zanahorias frescas o cuidar de su madriguera.
La vida de Nico cambió para mejor. Aprendió que ayudar está bien, pero cuidarse a uno mismo es igual de importante. Y el bosque entero floreció con un espíritu de cooperación y equilibrio.
Moraleja: Ser generoso es maravilloso, pero debemos recordar que incluso los corazones más grandes necesitan descansar y cuidarse. Ayudar a los demás no debe significar olvidar ayudarnos a nosotros mismos.
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