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Programas para Compartir - el Shareware

Probablemente antes de que el Software Libre se hiciera conocido como concepto - y su adopción y entendimiento propalado - entre los usuarios de los sistemas operativos privativos no escapaba la práctica que se conoce como Shareware.

Si bien es posible referimos hoy a esta con mayor o menor propiedad, debemos considerar que - a menos como fue planteada originalmente - la misma prácticamente ha desaparecido. Desde el punto de vista orgánico las asociaciones de shareware de los EE.UU. han optado por su disolución no bien iniciada la segunda década del segundo milenio. Es por este motivo y ante estar circunstancias, que no podemos dejar de considerar historiarlo apropiadamente.

El Shareware y sus circunstancias

Cuando la popularidad de la World Wide Web y el acceso generalizado a la red de datos Internet - y las facilidades que esta permite - aún no se vislumbraban en el horizonte, el Shareware ya constituía una de las pocas maneras económicas en la que los creadores de software independientes podían colocar su producto en las computadoras de sus clientes.

Veamos sus particularidades. El Shareware es un software registrado en el sistema de derechos de autor que se encuentra "apoyado por el usuario". Es un concepto que se funda a principios de los 80s con el advenimiento de las máquinas PC con sistema operativo DOS, ante el problema instaurado por la logística comercial de programas de computadora (por entonces aún irresuelto incluso en su país de origen, los EE.UU).

El problema de la distribución de software en el medio físico

En primer lugar encontramos el problema logístico. Al escribir un programa, hoy en día es posible distribuir sus copias con un costo que se reduce casi a cero: basta con colocar su código fuente en un servidor de descargas a disposición en Internet. Si en lugar de ésto se desea vender copias del mismo, es posible dejarlo a disposición de la misma manera pero sólo en forma de binario ya compilado (reteniendo el código fuente como secreto comercial). Actualmente esto es posible a través de una inversión sumamente escasa.

Sin embargo, durante la década de los 80s no existía Internet tal como la conocemos: su acceso era oneroso y de carácter no comercial - y en sus inicios, restringida al ámbito de la defensa y su rol académico. Por este motivo, entre los hobbistas del cómputo los programas se distribuían mayormente a través del su medio físico de almacenamiento, por entonces el diskette (un disco magnético flexible).

Cada diskette contaba con una capacidad de unos cientos de kilobytes, en el caso de DOS variaban entre los 360K y los 1.400 K.

Distribuir software en diskettes implicaba - de la misma manera que distribuir material impreso - colocarlos en góndola seca: los diskettes de 5 1/4" son relativamente caros, su flexibilidad los hace frágiles (no se pueden doblar ni magnetizar), ocupan espacio físico incluso mayor que su volumen, etc). A todo esto se debe sumar un empaque llamativo pues competían por la mirada de un paquete, ¡no instalado en una máquina!. Por sobre esto, debía considerarse el acarreo a lo largo del mundo. Y para colmo de males, sufren del karma comercial del cómputo: salida y rotación de stock basada en una expiración tecnológica de un par de años (con la mejor de las suertes).

En segundo lugar se solía tener que afrontar la publicidad del producto. Esto se hacía a través de anuncios en la prensa especializada, caros y mayormente inefectivos (al punto que quienes se dedican a la publicidad gráfica le adjudican una tasa promedio del 0,25% sobre la tirada). Por otro lado, los precios del software comercial volvía a los usuarios poco propensos a invertir "a ciegas" una suma de varias decenas o centenares de dólares a través de lo que podía sugerir un anuncio de nicho.

Consecuencia de estas consideraciones tenemos un costo logístico elevado y relativamente fijo que sobrevuela al programa en sí. En definitiva, el producto - de entrada - terminaba siendo desproporcionadamente caro.

En los 80s era casi imposible que cualquier programa privativo que siguiese tal tren económico pudiese costar menos de unas buenas decenas de dólares... ¡incluso para un software trivial - por ínfimo que fuese, incluso unos pocos kilobytes - caso típico entre los programas para el sistema operativo del momento, el DOS!).

El Shareware comenzó a ser adoptado como un concepto que intentaba subsanar o superar tales costos fijos, anulándolos en la mayor parte de lo posible.

Cómo funcionaba originalmente la modalidad Shareware

Algunos de los primeros programadores hobbistas de los 80s coincidieron en las dificultades del gremio: si bien les gustaba programar, la difusión de sus programas requería afrontar costos crecientes. Incluso si querían venderlo de manera económica - casi como favor, o sin costo - el costo de la distribución se mantenía escencialmente constante.

Fue así que en 1982 tres autores estadounidenses -Andrew Fluegelman (programador de PC-Talk), Bob Wallace (del PC Write) y Jim "Button" Knopf (de PC- File)- arribaron a un acuerdo, al que podríamos llamar "programático". Además de acomodar los nombres y precios de sus programas, pergeniaron una nueva manera de hacer caso a estos problemas. El acuerdo improvisado - y la inspiración que este provocó en otros autores del medio - dio origen a lo que terminaría siendo la Asociación de Profesionales del Software. La acordada más o menos general delimitaba la modalidad de distribución de programas a través de compartirlos de forma condicionada. Entre las políticas que solían adoptarse solían encontraban aspectos similares a los siguientes:

El sentido de estas copias compartidas según el concepto Shareware era que el usuario lo "evaluara" tranquilo (ya sea en su propia computadora o en otra máquina ajena). Si le gustaba el programa y decidía que valía la pena seguirlo utilizando, entonces debía abonar la diferencia con el precio comercial para contar con el derecho de uso del programa. Para ello debía imprimir el formulario electrónico adjunto, completarlo, y adjuntar el pago estipulado por el autor para completar el precio comercial (normalmente a través de un cheque, giro, tarjeta o transferencia). Cumplía así con el trato con el autor, y éste "registraba" un nuevo usuario. Este registro implicaba normalmente que el autor enviase al usuario -a través de correo postal- la última versión del programa en el caso que esta existiese, y junto con ella el manual impreso. En ocasiones, se completaba con otras ofertas adicionales propias del menudeo.

No todo era plata

Aunque el incentivo del Shareware era mayormente comercial minorista, esto no significaba que todo girara alrededor del dinero. El espíritu liviano y colaborativo de de la relación comercial que surgia a través de la modalida del Shareware al poco tiempo provocó la aparición de autores que simplemente se sentían recompensados con la mera cortesía a sus programas.

Existían numerosos autores que "no buscaban remuneración económica" y preferían la donación a alguna beneficencia, o bien una caridad o interés delimitado por ellos (a veces varias a elección). Esto los "daba por pagos". A menudo era sumamente bien recibido el reporte de bugs o solicitud de mejoras por vía postal o electrónica. Al fin y al cabo, el Shareware podía generar este vínculo más personalizado entre el programador y sus usuarios.

Otros también "se consideraban pagos" al recibir una una tarjeta postal por correo, una atención extendida sobre todo entre los programas de tratamiento gráfico.

Finalmente, la gran mayoría de los autores de Shareware consideraban fundamental la retroalimentación a partir del uso de la versión completa de sus programas. Esto implicaba que los usuarios aportaban ideas y descubrían desperfectos en el producto de manera gratuita y sumamente colaborativa, en gran medida impulsados por el costo bajo o nulo de su copia de pruebas.

Ver también: The Computer Chronicles, Shareware (1988), (inglés subtitulado al castellano. Duración 29 minutos.

Sistema de honor

Podemos decir entonces que el Shareware no es freeware (software gratuito no remunerado). Tampoco es precisamente dominio público (anónimo, no remunerado), y en los 80s tampoco solía ser trialware (una versión limitada y "para probar" de un programa completo). Originalmente, el shareware ofrecía programas completos e ilimitados de libre copia, aunque se los ditribuía sin más garantía ("como es", según la nomenclatura legal estadounidense empleada en las transacciones de bienes de segunda mano). Nuevamente, su premisa era "probarlo antes de usarlo", y "pagar el completo después", y atado a un "sistema de honor" con el productor.

Desde Latinoamérica podemos apreciar este sistema de honor "bastante americano". La libertad de copia respondía principalmente a ahorrarle al autor los costos de publicidad y distribución del físico (principalmente).

El Shareware tampoco iba necesariamente atado exclusivamente al cariz de la "Libertad de Copiar", sólo en el sentido de ayudar autores que se veían incapaces de afrontar con éxito los costos de distribución y conexos. En esencia, los autores del software recurrían al modelo Shareware según la estrategia de decían "he aquí el binario para probarlo, páguense sus copias, compártanlas, y páguenme para usarlo".

Editoriales de programas

No es de extrañar que ante esta novedosa concepción de librecopia, aparecieran también muchas editoriales -algunas ya inciadas en el mercado de la de publicación impresión, otras al del software- atraídas por una veta que les permitía aprovechar sus ya aceitados medios (de distribución, impresión, empaque y logística), incorporando programas de computadora a su portfolio. Estas editoriales catalogaban volúmenes de obras de software bajo la modalidad Shareware (a título exclusivo o no), y ellas mismas podían hacer las copias que quisieran para distribuirlas comercialmente. Desde el punto de vista de mercadeo, evitaban generalmente las tradicionales "cajas grandes de cartón", y se decantaban por más humildes blísters transparentes, que permitía colgar el diskette, sumado a un anverso hecho con una hoja color que lo vendiese y un anverso que explicase qué era el programa.

Apogee fue una de las principales distribuidoras de Shareware por catálogo en los EE.UU., pero también estaba uno de los órganos de distrobución principales.

El mercado editorial ni por asomo fue ajeno, puesto que la inclusión de software de libre copia en discos magnéticos - primero - y ópticos - después, era un método favorito para palanquear la venta de números de revistas especializadas en informática.

Distribuidores comerciales de shareware como Educorp y Public Domain Inc. publicaban catálogos con miles de programas de dominio público y shareware disponibles a precio módico en disquete.

Uno de estos distribuidores, Public Software Library (PSL, o "biblioteca pública del software"), comenzó en 1986 a publicar catálogos trimestrales del Grupo de Interés de Software para PC (PC-SIG). Se trataban de muy buenos compendios de shareware curados, que contaban con un servicio de registro de pedidos para programadores que - de otro modo - no contaban con otra forma de aceptar pagos con tarjeta de crédito.

Compartir por módem

Si bien el diskette "copiado de diskettera a diskettera" constituía por entonces la principal manera de hacerse con shareware (ya que implicaba un costo de diskette y el tiempo, pero también una cercanía humana de solidaridad), a partir de principios de los 80s este tipo de programas fueron volviéndose populares entre las BBS más potentes.

Contar con bibliotecas de Shareware para libre descarga sin duda hacía que las BBS tuviesen más atractivo, utilidad e impacto. Las BBS no tardaron entonces en proveer secciones enteras con catálogos de programas para descarga legal, especialmente las utilidades más candentes.

Descargar un programa desde una BBS llevaba algunos minutos de comunicación telefónica medida, cuyo precio podía equiparar - en cierta forma - al del diskette físico. Incluso muchos de los programas de comunicaciones necesarios para esta tarea eran Shareware.

Existían BBS que compendiaban grandes cantidades de programas, y muchos autores las favorecían para enviarles copias de sus creaciones, sabiendo que tenían una buena cantidad de adeptos usuarios, e incluso tal vez grupos de interés enteros. SIMTEL era una de las carteleras principales y fundacionales, incluso accesible en la era de la ARPANet y la primera Internet.

Los esfuerzos de la Asociación de Productores de Software fueron muy apreciados, juntos con el Grupo de Interés de Shareware para PC ("PC-SIG"). Este grupo de usuarios fue uno de los más movilizados en los EE.UU. en la difusiónn de la modalidad Shareware. No bien la tecnología estuvo disponible a finales de 1988, fue uno de las primeras en editar discos CD-ROM - que incluían enormes compendios catalogados y curados de programas de shareware, y se configuraban como un veículo ideal de difusión. Los discos ópticos permiten 700MB en lugar de los 1,2 MB del diskette de la época, lo que los hacía sumamente convenientes para hacer caso de la distribución de Shareware, que por lo general eran programas pequeños.

El Club del Shareware (Argentina)

Inspirado en el PC-SIG y la PSL estadounidenses, a principios de la década de 1990 en la Argentina surgió "El Club del Shareware". En mi caso estuve asociado como usuario, aunque también existían socios en condición de autores argentinos de Shareware).

El Club se manejaba por medio de una suscripción a una revista bimestral editada por Fotomanual SRL. La misma contaba con unas 60 pág por número. La publicación contaba con una primera parte con notas de carácter técnico - de bastante buena factura - mientras que la segunda mitad estaba constituída por un voluminoso catálogo de programas shareware, fundamentalmente para MS-DOS. Sus números aparecieron entre 1991 y 1993 aproximadamente.

El catálogo reflejaba aproximadamente el "peso" de los programas en kilobytes. De esta manera junto con la suscripción se obsequiaban inicialmente el equivalente a unos 10 diskettes de 5 1/4" "de baja densidad" (3,6 Megabytes en total, lo que podía equivaler a unos diez programas sencillos, o un par de entre los más complejos de la época). Debía elegíselos del catálogo que comprendía unos 5.000 títulos. Al ser shareware, estos se los podías copiar legalmente a quien quisieras.

Aparte era posible adquirir más programas del catálogo por distintos precios unificados "en cantidad". Incluso adquiriendo de "a uno por disco", eran económicos (aprox $2,50 el diskette, por entonces en la práctica terminaba significando $0,50 por copia de programa, ya que el diskette salía $2). Nuvamente, terminabas pagando el diskette físico y el franqueo de envío nomás.

Como se ha mencionado, los programas de regalo en realidad contaban con un valor comercial que debía terminarse de cerrar, pagándoselo al autor. Sin embargo, el Club del Shareware de Argentina no hacía tanto hincapié en lo dicho, si bien facilitaba el trámite de registro (ya que existían arreglos entre ellos y los autores a través de la ASP). En ocasiones ellos comisionaban parte del registro a cambio de tramitarles las transferencias internacionales.

De los programas que he conservado tengo el PC Write (un procesador de texto muy bueno para MSDOS), donde la gente de Fotomanual había traducido al castellano su manual. Registrarlo me salió 50 pesos, lo que se sumaba a los 2,50 del disco.

Productos de Shareware

Existían enormes cantidades de títulos, normalmente programitas para DOS y luego Windows, aunque incluso las Macintosh gozaban del ellos. Algunas utilidades eran importantes y prácticas, y muchas otras realmente no valían el precio de registro...

Esto no significa que no hubiese shareware exitoso y difundido, sobre todo entre los PC:

La Degeneración del Shareware

En la medida que fueron pasando los años 90s, el concepto del shareware se fue degenerando, merced de la superproducción pero también de la cada vez mayor calidad de todo tipo de productos de software, en todas las categorías.

Una cosa llevó a la otra: muchas BBS, y empresas editoriales aprovecharon el concepto de Shareware para subvertirlo en "una manera de hacer publicidad" y mover sus propios negocios a costa del método de distribución. En tales casos, los programas eran de baja calidad o directamente imposibles de vender por otros métodos que no fuesen prácticamente regalarlo. Pero tampoco sus autores se dignaban de publicarlos bajo licencias libres (aún no estaban muy concientizados/enterados).

Entre estas degeneraciones, encontramos los muy extendidos casos de distribuir copias de programas incompletos o limitados para "enganchar" (peyorativamente se los llamó "Trialware"). Estos implicaban ofrecer versiones especializadas y desmembradas de funcionalidades importantes, o que detenían su ejecución a través de registrar fecha y hora de arranque (un manejo sucio al limitar el tiempo de ejecución).

También el Shareware comenzó a ser visto como una excusa editorial para incorporar diskettes o discos CD-ROM de regalo, acuñando entonces el despectivo término de "shovelware" ("software en pala"). Estos también se vendían en forma de compilados de muy bajo precio a finales de los 90s.

Mas adelante a principios del 2000, algunos autores trataron de solventar los programas agregándoles publicidad incrustada o bien adscripta a través de Internet (ad-ware). Esta forma de surtir al Shareware lo hacía propenso en ocasiones a atraer virus y gusanos informáticos que ponían en riesgo la computadora del usuario.

Cabe destacar que en esta época, en lugar de lanzar "demos" (demostraciones), muchas empresas también segmentan sus programas en distintas versiones, "Lite" (shareware, de capacidad reducida), "Pro", "Extended" (comerciales), donde a lo mejor incluyen una versión Lite como shareware integrado a productos registrables, para completarlos. Siguiendo este esquema, las versiones limitadas podían registrarse con un nro. de serie a través de internet. Aquí surgen los "cracks", que intentan pasar la protección y pasar el programa básico para volverlo uno completo.

Conclusión

Si no se tiene en cuenta al SOFTWARE LIBRE (que es una metodología superadora junto con una filosofía doctrinaria), desde el punto de vista de ofrecer una solución adecuada para el momento histórico, en lo concerniente al marco legal y logístico, la idea del Shareware ERA BUENA.

Si nos ponemos a pensar, vender software antes de la proliferación de las descargas seguía - en el fondo - una senda que guardaba cierto parecido con vender "un perfume", en donde para comprar el producto era ideal primero comprobnarlo a ver si gustaba. En este sentido, la "piratería" o las "pruebas gratis" no dejaban de aceitar las ventas. Tal es así que la práctica del Shareware (difundir copias a través de compartirlas libremente) permitía tanto al autor como al usuario obtener ventajas. En el peor de los casos, el primero se aseguraba de tener su programa funcionando en una computadora ajena. A su vez, el usuario lo probaba legalmente (sin ocupar recursos en combatir este aspecto de la piratería), y si le gustaba guardaba la posibilidad de cerrar el trato con la menor cantidad de intermediarios posibles (a menudo uno a uno) de terminar de pagarle al autor, por tarjeta o cheque. Aunque esta fuese nebulosa, normalmente podía superar a a la mera publicidad gráfica tradicional.

Podemos concluir sin embargo, que el concepto ponía su peso en la norma "americanizante": el caso de "probar la galletita y la limonada, y pagarla si te gusta". En la práctica, el autor dependía de un código de honor tenue, en donde el usuario "debía abonar" por el programa a su propio juicio, si lo seguía usando.

En Argentina (tal vez en Latinoamérica o el resto del planeta), no eran pocos los que consideraban totalmente impersonal el concepto como para llevarlo a buen puerto comerical, habida cuenta que la idea funcionaba si se la seguía al pie de la letra, pero existían pocos o ningún método denunciativo para afrontarlo si no.

Sin embargo, debemos considerarlo importante por su intrínseca noción de compartir, sentarse en un equipo de cómputo a realizarle una copia física a un amigo, etcétera. Sin duda debemos elevar también el carácter percusor que llevó a muchos autores de shareware a liberar también el código de sus programas bajo licencias de Software Libre.


Este artículo se redactó y editó con PC-Write. Puedes verlo aquí